¿Son viables las apps para la industria editorial?

La polémica sobre si las aplicaciones para los dispositivos electrónicos son viables o no para los editores es un motivo de reflexión para la periodista Sam Missingham, que analiza este tema en un artículo publicado en el blog FutureBook. Dicha polémica tuvo su punto culminante en la conferencia anual Digital Book World 2012 celebrada en Nueva York del 23 al 25 de enero. En este encuentro, el analista James McQuivey, vicepresidente de la empresa estadounidense de investigación tecnológica y de mercado Forrester Research, llegó a la conclusión de que "la historia de amor con las aplicaciones está oficialmente acabada".

La polémica sobre si las aplicaciones para los dispositivos electrónicos son viables o no para los editores es un motivo de reflexión para la periodista Sam Missingham, que analiza este tema en un artículo publicado en el blog FutureBook. Dicha polémica tuvo su punto culminante en la conferencia anual Digital Book World 2012 celebrada en Nueva York del 23 al 25 de enero. En esta reunión, el analista James McQuivey, vicepresidente de la empresa estadounidense de investigación tecnológica y de mercado Forrester Research, llegó a la conclusión de que "la historia de amor con las aplicaciones está oficialmente acabada".

Evan Schnittman, director de la editorial Bloomsbury, ya inició esta polémica sobre los contenidos del libro digital en la pasada Feria del Libro de Londres, donde planteó la cuestión de la viabilidad de las aplicaciones. En torno a ella, ahora Missingham se plantea la cuestión de “¿cómo pueden justificar los editores el gasto de grandes sumas de dinero en productos que pueden no tener ninguna rentabilidad comercial y que no proporcionan escalabilidad para la empresa?”

Sin embargo, al otro lado de la polémica está una entusiasta comunidad compuesta por desarrolladores de aplicaciones que destacan las oportunidades creativas y el imparable crecimiento de las ventas de dispositivos. Y como consecuencia de esto, para ellos las aplicaciones deben tener sentido.

Tomando en cuenta los resultados de la investigación presentada en la DBW, basada en datos procedentes de editores estadounidenses, sólo el quince por ciento de ellos opina que las aplicaciones representan una oportunidad de ingresos significativa, por debajo del treinta y cuatro por ciento que hace un año eran de esta opinión.

A pesar de esto, el mismo estudio señala que el setenta y cinco por ciento de los editores desarrolla aplicaciones. Missingham afirma que esto es un maravilloso ejemplo del triunfo de la esperanza sobre la experiencia: el ochenta y cinco por ciento de los editores piensan que las aplicaciones no tienen ningún sentido comercial, pero al mismo tiempo, el setenta y cinco por ciento de ellos sigue invirtiendo en ellas. Como bien apunta Missingham, esta es, cuanto menos, una “postura esquizofrénica”.

Y como ejemplo de esto, la periodista cita los productos actualmente en el mercado, claro ejemplo de que los editores no tienen ningún problema en desarrollar magníficas aplicaciones. Muchos de ellos han encontrado maneras de utilizar su contenido para desarrollar aplicaciones tremendamente atractivas e interactivas que impulsan la narración y el aprendizaje hasta cotas insospechadas. Pero, según estima Missingham, a pesar de esta inversión de recursos en el proceso creativo de las aplicaciones, los editores no saben aún cómo promocionarlas.

En opinión de la periodista, las aplicaciones no son libros, y por tanto, la comercialización de estas exige habilidades de mercadotecnia que, naturalmente, no encajan dentro del ciclo de publicación.

Sam Missingham toma como ejemplo la editorial británica Faber para destacar algunos aspectos básicos que no hay que olvidar en lo que respecta a la comercialización de aplicaciones:

Finalmente, Sam Missingham revela que confía en que la industria editorial no se dé por vencida en lo que respecta a las aplicaciones para dispositivos electrónicos, y antes de retirarlas por ser un producto comercialmente difícil, se asegure de tener todos los elementos básicos cubiertos, y les den una segunda oportunidad. Según estima la autora, comercializadas adecuadamente, tienen un enorme potencial aún sin explotar por los editores.
 


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