Clay Shirky: la edición ya no es un trabajo o una industria, es un botón

El analista y académico estadounidense Clay Shirky, experto en redes sociales e internet, sostiene que la edición en sí misma ya no es un trabajo o una industria, sino que es “un botón”. Según su parecer, el mero acto de publicar es ahora tan simple que ni siquiera puede ser calificado como una tarea que necesite el concurso de toda una industria. Partiendo de esta consideración, el bloguero canadiense Matthew Ingram reflexiona sobre el modo en que deben actuar los editores para seguir aportando valor al trabajo del autor.

El analista y académico estadounidense Clay Shirky, experto en redes sociales e internet, sostiene que la edición en sí misma ya no es un trabajo o una industria, sino que es “un botón”. Según su parecer, el mero acto de publicar es ahora tan simple que ni siquiera puede ser calificado como una tarea que requiera de toda una industria. Partiendo de esta consideración, el bloguero canadiense Matthew Ingram reflexiona en su blog GigaOm sobre el modo en que deben actuar los editores ahora que este asunto se ha simplificado de manera significativa.

Ingram informa de una reciente entrevista para la red social Findings en la que Clay Shirky, interrogado sobre los cambios en la edición, se mostraba categórico al manifestar que la edición no estaba cambiando en absoluto, sino que estaba desapareciendo. Shirky cree que “la palabra edición lleva asociado un grupo de profesionales, los cuales están asumiendo la increíble dificultad, complejidad y gastos que implica el hacer público algo”. Pero en su opinión, esto ya no no se hace mediante un trabajo sino con “un botón”. El analista sostiene que ahora hay un “botón” que lleva asociada la acción de publicar y que cuando se pulsa, el trabajo ya está hecho.

Shirky declara que “hemos tenido una clase de personas llamadas editores porque tenían capacidades profesionales especiales para hacer que las palabras y las imágenes fueran visibles al público”. Ahora, afirma Shirky, “no hacen falta capacidades profesionales, no se requiere ninguna habilidad, sólo se necesita instalar WordPress”.

En opinión de Ingram, Shirky no es del todo sincero al hacer tales declaraciones y, según él, para editar un libro, una revista o incluso un periódico se necesita algo más que una simple plataforma de blogs; en cambio está de acuerdo con la afirmación de que publicar es ahora algo que cualquiera puede hacer, pues ya no es necesario formar parte de un gremio de profesionales para crear contenidos que puedan llegar a decenas de miles o incluso millones de personas.

Ingram plantea en su artículo una pregunta clave: ¿Cómo pueden los editores aportar valor añadido? El autor pone como ejemplo casos de autores que se autopublican utilizando la plataforma Kindle de Amazon y que generan millones de dólares por las ventas de sus libros sin la ayuda de la industria editorial tradicional. Ante esos hechos,  Clay Shirky sostiene que los editores deben pensar en qué otros tipos de aportaciones pueden hacer, aparte del simple hecho de ser propietario de una plataforma o de un sistema de distribución de un determinado tipo de contenido (como industria editorial tradicional). En su opinión, el control y la capacidad de generar demanda o escasez de información ha desaparecido. Asimismo, Shirky considera que ser editor ya no es una profesión necesaria en el proceso de escritura. Lo realmente necesario, sostiene, es la edición tradicional, entendida más allá del marco técnico.

Partiendo de las declaraciones de Shirky, Matthew Ingram sostiene que es posible que un autor no necesite a un editor para llegar a sus lectores desde que Kindle y otros medios proporcionan todas las facilidades de acceso. Pero los escritores, afirma Ingram, pueden constatar el valor de tener una relación personal con un editor que les puede ayudar a dar forma adecuada a su contenido. Ingram pone como ejemplo el caso de la autora Amanda Hocking, que firmó un acuerdo de dos millones de dólares con una editorial tradicional y argumentó, entre las razones para su decisión, el apoyo profesional.

Como conclusión, Ingram sostiene que si los editores tradicionales quieren seguir resultando útiles, tendrán que dejar de pensar en el control del proceso de distribución o en la plataforma de suministro. Por el contrario, dice Ingram, deben reflexionar más sobre los servicios que pueden aportar a los autores y a los lectores, dotando de un valor añadido a la profesión de editor.


 


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