La mitad de los jóvenes argentinos no utiliza libros para estudiar, según un estudio de GfK

En Argentina, el 42 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 19 años afirma leer libros mientras que la media entre México y Brasil asciende al 46 por ciento, y la de Europa y Asia, al 57 por ciento, según un estudio de la empresa alemana de investigación GFK. La encuesta, realizada entre 5.000 jóvenes de las 23 provincias argentinas, revela sin embargo que si el dato se compara con la lectura a través de internet, el interés de los jóvenes argentinos por los ordenadores supera al del resto de los países, tanto con fines de entretenimiento como de estudio. Asimismo, la mitad del alumnado no utiliza libros para estudiar, siendo internet el principal sustituto.

En Argentina, el 42 por ciento de los jóvenes de entre 15 y 19 años afirma leer libros mientras que la media entre México y Brasil asciende al 46 por ciento, y la de Europa y Asia, al 57 por ciento, según un estudio de la empresa alemana de investigación GFK. La encuesta, realizada entre 5.000 jóvenes de las 23 provincias argentinas, revela sin embargo que si el dato se compara con la lectura a través de Internet, el interés de los jóvenes argentinos por los ordenadores supera al del resto de los países, tanto con fines de entretenimiento como de estudio. Asimismo, la mitad del alumnado no utiliza libros para estudiar, siendo internet el principal sustituto. El informe también puntualiza que el 80 por ciento del alumnado confía en datos tomados de la web, y que las fuentes preferidas a las que acuden los jóvenes para realizar sus tareas escolares son las páginas web del Rincón del Vago, Wikipedia, Yahoo Answers y Taringa.

La encuesta revela además que, respecto del uso de internet para fines escolares, los adolescentes afirman que muchos profesores recomiendan resolver tareas buscando datos en sitios web como los anteriormente mencionados, páginas que contienen información y opiniones subidas por cualquier usuario y que, a pesar de eso, los alumnos suelen dar por válidas. Asimismo, tienden a consultar las primeras páginas que aparecen o a leer la primera parte de un texto y copiar el resto sin leerlo.

Roxana Morduchowicz es autora de Los adolescentes y las redes sociales, y según unas declaraciones suyas que recoge el diario argentino Clarín, opina que “muchos chicos creen que todo lo que está en internet puede ser copiado y utilizado literalmente sin referencias. Recurren al ‘copiar y pegar’ y hacen creer que ellos fueron los autores del texto”. “El problema no es sólo el plagio –sostiene Morduchowicz– sino las consecuencias negativas para el desarrollo de su pensamiento reflexivo”.

Por su parte, y a propósito también del estudio, Nilda Palacios, gerente de Desarrollos Multimedia en Santillana Argentina, cree que “antes de internet existía un criterio de verdad con respecto a la información: si estaba en un libro, diccionario o enciclopedia era cierto”. Y prosigue diciendo que “hoy los alumnos tienen otros recursos disponibles, por lo que esos criterios están en tela de juicio. ¿Cómo saber qué es confiable y qué no? La consigna del docente es la que orienta la búsqueda”.

Sandra Ziegler, investigadora del área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en Argentina expone claramente cuál debe ser la intervención del docente: “si la consigna es ‘busquen información sobre tal tema’ probablemente apenas pondrán las palabras clave en Google y copiarán sin siquiera leer. Pero si les piden que analicen y comparen varias fuentes, ‘copiar y pegar’ carece de sentido”.

Por otra parte, y en lo que respecta a la lectura de libros, el estudio revela que los jóvenes argentinos están por debajo de la media mundial, sin embargo, están muy por encima en lectura de diarios y revistas, según revela el diario argentino La Nación.

Karina Sapag, docente de Comunicación de la Universidad de La Plata, sostiene que los adolescentes “leen muy pocos libros. Es más, si les pido una lectura muchos buscan en internet la reseña o miran la película. A veces esta forma ‘exprés’ de hacer la tarea es fomentada por los padres, que quieren que la resuelvan en minutos”. Nilda Palacios, en cambio, cree que “no leen menos sino distinto: es una lectura más salpicada y superficial, por lo que no estoy segura de que el proceso de comprensión sea del todo profundo”.

Respecto de la lectura en línea, de las voces profesionales citadas son varias las que creen que internet nunca desterrará a los libros. Ziegler se pronuncia categórica al respecto: “Yo disiento con la mirada nostálgica que dice ‘antes se leía más’. Lo que hoy tenemos es una multiplicidad de fuentes y un caudal enorme de información”. La investigadora sostiene que “el desafío de los docentes no es sancionar sino enseñarles a validarlas y a seleccionarlas”. En la misma línea se posiciona Morduchowicz, para quien “no se trata de elegir entre el libro, el diario, la televisión, una revista, el cine o internet. Para fortalecer el capital cultural de los adolescentes es esencial que accedan a una diversidad de bienes culturales”. La autora considera que es necesario que los jóvenes “reescriban con sus palabras lo que encuentran en internet, que lo comparen para verificar su seriedad, que construyan sus propias conclusiones”. “Solo así, el potencial de Internet podrá ser aprovechado no sólo para la tarea escolar –sostiene Morduchowicz– sino para fortalecer la actitud reflexiva y crítica de los adolescentes”.
 


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