La pérdida del libro como símbolo

Los libros ya no son esa presencia tangible en forma de ladrillo que solían ser. En esta transición de la industria editorial a las tecnologías digitales, las páginas impresas se han convertido en unos contenedores amorfos a los que se les denomina ebooks. Estas y otras, son algunas de las declaraciones que François Joseph, de Kermadec, ha publicado en O´Reilly TOC con relación a la vigencia del libro como símbolo cultural.

Los libros ya no son esa presencia tangible en forma de ladrillo que solían ser. En esta transición de la industria editorial a las tecnologías digitales, las páginas impresas se han convertido en unos contenedores amorfos a los que se les denomina ebooks. Estas y otras, son algunas de las declaraciones que François Joseph, de Kermadec, ha publicado en O´Reilly TOC con relación a la vigencia del libro como símbolo cultural.

El libro, según este polifacético columnista y escritor, ya no designa la expresión física del texto, sino el texto en sí mismo. “Cuando se habla de coger un libro –dice Joseph–, no se hace referencia a la elección del objeto mismo, sino a un texto alojado en cualquier dispositivo”. Se ha perdido ese concepto del libro impreso como un artefacto de aprendizaje, sabiduría y fortaleza moral, sentencia Kermadec.

Durante décadas –continúa–, se han encerrado los libros en armarios acristalados y para una gran parte de la sociedad eran ante todo un símbolo de estatus y una promesa tranquilizadora de la humanidad. Por lo que al suprimir el concepto de libro como un elemento físico, se pierde la forma de transmitir ese significado. “Un retrato en el que aparece un hombre con su iPhone –añade– puede evocar la modernidad o la alfabetización digital, pero difícilmente transmite la idea de conocimiento”. Está convencido de que la sociedad promoverá nuevos símbolos para resaltar y dar el valor de fetiche a aquello que le es importante, como son las eternas cualidades de la superioridad intelectual.

Por su parte, las editoriales han ido perdiendo esa moneda simbólica durante la última década. Se encuentran desnudas y ofreciendo un producto necesario todavía, pero desprovisto de los desencadenantes emocionales que conformaban gran parte de su poder. Por tanto, concluye, en caso de que quieran mantener su lugar como baluarte de la educación, se deben construir nuevos símbolos adaptados a la era digital.
 


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