La necesidad de estándares de calidad en la edición digital

La industria editorial tradicional se ha basado en procesos que, integrados por una larga cadena de pequeños procedimientos muy especializados, han garantizado el mantenimiento de estándares consistentes y la obtención de productos de alta calidad a precios cada vez más bajos. Esto ha generado en los lectores el convencimiento de que lo que se lee en un libro es útil, aporta conocimiento, y además está correctamente escrito y estructurado. La labor del editor se percibe como garantía del valor y esto debería ocurrir también en la edición digital.

La industria editorial tradicional se ha basado en procesos que, integrados por una larga cadena de pequeños procedimientos muy especializados, han garantizado el mantenimiento de estándares consistentes y la obtención de productos de alta calidad a precios cada vez más bajos. Esto ha generado en los lectores el convencimiento de que lo que se lee en un libro es útil, aporta conocimiento, y además está correctamente escrito y estructurado. La labor del editor se percibe como garantía del valor y esto debería ocurrir también en la edición digital.

Esta es en definitiva la idea que defiende François Joseph de Kermadec en un artículo publicado en TOC O´Reilly, es decir, la necesidad de que el libro sea considerado un estándar de calidad. La transición a lo digital ha mejorado en gran medida la eficiencia de la industria del libro: las páginas se colocan de forma automática, la ortografía y la gramática pueden confiarse a la inteligencia del software y el proceso de edición se simplifica enormemente con los sistemas de procesamiento de textos.

Buena parte de los editores de hoy, explica Kermadec, apenas intervienen en el proceso, y de hecho muchas empresas están trabajando en la producción de contenidos con máquinas basadas en algoritmos que asumen de manera casi integral el proceso de creación, edición y venta.

Por otro lado, continúa, las mismas herramientas que facilitan la vida de los editores profesionales han permitido a entidades independientes producir tomos de aspecto profesional poco controlados que tienen una audiencia nada despreciable.

El caso es que producir mediante procedimientos costosos y que se prolongan en el tiempo sólo tiene sentido si el producto resultante tiene posibilidades de venderse razonablemente bien, aclara este escritor. La tecnología ofrece el incentivo de la rapidez. Los ojos del profesional no son infalibles, pero, si se les da el tiempo suficiente, detectan los errores más graves.

En este contexto, afirma Kermadec, se está produciendo un claro relajamiento de las normas que hasta hace poco han regido la edición profesional. Reputadas librerías digitales tienen a menudo una segunda categoría de ediciones con productos de discutible calidad, e incluso las marcas de mayor prestigio tienden a reciclar material a bajo precio, transformando excelentes ediciones impresas en un mal producto digital que nunca debería haber llegado a los libreros.

Ante esta evidente degradación, la industria debería esforzarse en mantener ciertos estándares, aconseja Kermadec en el artículo. Esto no supone ir contra la evolución de los formatos del libro ni restringir la autopublicación. Se trata de alcanzar un acuerdo mutuo, que permita generar contenido en línea de mayor calidad, siguiendo algunas pautas de la impresión tradicional.

Las obras podrán ser publicadas o autopublicadas en blogs y sitios web, las ideas pueden ser expuestas y discutidas en foros y listas de correo. Son hoy por hoy las plataformas y canales naturales para muchos públicos del actual paisaje cultural. Y sólo los trabajos y creaciones con verdaderos méritos deberían tener el privilegio de ser publicados en forma de libro.

Ante estas premisas, concluye Kermadec, la tecnología digital se convierte en un gran aliado para poder articular esta visión combinada ya que da voz a cualquiera que desee escribir o comunicar, y ayuda a que lo mejor destaque. Una oportunidad que, en palabras de este escritor, no se puede desaprovechar.

Véase en Lectura Lab

La batalla de los editores por afianzar la calidad editorial del eBook

 


© Copyright Fundación Germán Sánchez Ruiperez, 2010